Se ha demostrado que el riesgo de padecer enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT), aumenta cuando no se realiza una dosis mínima de actividad física regular, por este motivo está comprobado con evidencia de campo que hacer mecánicamente actividad física mejora la calidad de vida, esto incluye a personas que han pasado por episodios traumáticos y que cursan algún tipo de dificultad motriz o cognitiva.
Mediante el ejercicio terapéutico dirigido y planificado por profesionales de Educación Física, el monitoreo constante de las variables, el desarrollo adecuado de las capacidades funcionales, a lo que se le suma el aporte del médico especialista y el control nutricional, buscamos garantizar el cumplimiento de los objetivos que demandan las personas con algún tipo de dolencia.
El objetivo es establecer el rápido retorno a un estilo de vida normal, o lo más semejante al que el individuo tenía previo a su enfermedad, retornando a una vida activa y productiva. Los ejercicios programados y controlados en personas con discapacidad han demostrado que pueden: Mejorar la función coronaria. Disminuir la placa de aterosclerosis. Reducir la presión arterial. Disminuir el colesterol sanguíneo. Aumentar el umbral de los síntomas como Ángor o Disnea.
La terapia física aporta, entre otros beneficios, la disminución de la percepción del dolor, de la ansiedad y mejora la capacidad de concentración y atención. Actividades como caminar, trotar, pedalear y el trabajo de fuerza muscular localizada, mejora la sensación de bienestar, estimula la densidad ósea y puede asimismo retardar el deterioro del sistema nervioso encargado de recibir, transportar y organizar los mensajes respondiendo a determinados estímulos.